lunes, 28 de mayo de 2012

Viernes circular.


Situémonos en un vericueto angosto y gris, con un dejo carcelario pero libertario en su totalidad. Un espacio casi invisible que se encuentra entre los muros húmedos de la catedral y las paredes pálidas del banco. Es el canal que conecta Avenida Rivadavia con la calle Ramón Falcón, frente a Plaza Flores. Hay olor a carne y fluidos humanos, pero lo considero irrelevante en comparación con la situación próxima a desarrollarse. El movimiento caníbal e incesante de la ciudad daba cuenta de que era un día muy viernes a las cinco de la tarde, muy urbano y desgarrado.







Cómo siempre, yo muy desprolija. Mucha textura y llanura. Mucho collage en lo lineal y pelo enmarañado por el viento.
Yo solo camino y me acerco a cada segundo. Aguardo por él, y espero el instante en que a la distancia lo veré arribar al destino previamente pactado.

Él dobla desde la calle, esquiva la boca del subte, se detiene, mira y finalmente se sumerge en el pasillo. Yo observo paralizada desde el final, voy contando los pasos que da mientras acerco mis manos a mis labios. Mis manos huelen a cítrico, a él (como mis sábanas estivales). El sol pareciera ser cómplice de la escena, me permite apreciar aún más aquel instante.
Cómo siempre, él muy señorito inglés, mucho de hierro entreverado con terciopelo. Mucho de nube fusionado con cielo despejado. Mucho de frío londinense y mar tropical.
La distancia que nos separa es ínfima.
Levanto la mirada para alinear nuestros ojos.
Azules a través de los cristales de sus anteojos.
Me susurra dos palabras que no llego a descifrar (tampoco me importó saber). Sólo me conformé con entregar mi mano a la suya; Ese sutil acto fue eterno. Su mano me guía, me transporta y cierra la puerta...
Que sea viernes! viernes hasta que se desmonten los océanos y se desintegre el arcoiris. Que siempre sea viernes para poder encontrarte si te busco y poder morir si te miro. Día de significado, día designado para ser encuentro. Momento y día en que todas tus lunas hagan resplandecer los montes que contienen mis sales. Que yo me deshidrate con tus sales y el sudor dulce reproduzca más viernes.
Mis ojos significan el instante. Tus ojos son el significante de mis ojos.

Mejor no entendamos, dejemos que el misterio nos permita conservar la posibilidad de el todo. Que el misterio se ramifique y reproduzca más el todo que empequeñece a la nada. Dejemos que todas las respuestas convivan de forma simultánea sin necesidad de seleccionar una predilecta excluyendo a las demás. Caigamos al abismo de una incógnita permanente. 
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Despierto sudorosa, mis ojos húmedos y la ventana entreabierta dejando ver la ventana contigua. Ya pasó... hubiera querido más que ésto o nada. Ahora no quiero más que un apagón, un mutis por el foro, o un silencio, sin aplauso. No quiero el recuerdo, ni el registro de éste escrito. No quiero éste sueño arrebatado por la ausencia. Es una tristeza tímida e introspectiva, muda (no como la anterior, violenta y lacerada). Es una tristeza cabizbaja. No quiero más que un arpa tocado por Fausto, o un cielo gris preñado de tormentas. Sólo quiero un detenimiento por mi y por la que fui, por lo que no fuimos...

lunes, 14 de mayo de 2012

Polifonía (textura literaria desafinada de una parodia poética)

Dos sonetos heridos continuos, en cuatro estrofas letales compuestas por catorce versos impunes teñidos de ironía.


I


Yo no puedo afirmar que ésto es
para vos, ni para vos
tampoco que sean miles
para todos o los dos.

Sería un crimen ponerle nombre
porque inermes conceptualizamos
al entripado sentimiento por hombre.

Y engañosos seremos atrapados.
¿Porque la rima demente se ríe,
sin dejar que éste verso se desvíe?

¡Que tus colores serán el dulce
viento que olea en los mares atlánticos!
¡Que tu piel es la que se luce
en la cumbre helada de éstos cánticos!

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II


Desde tus ojos se mece
la brisa que eriza
al frío rancio y agreste
que viaja sin premisa con prisa.

Porque más adentrados en el mundo
la trama onírica frágil desaparece
y logra un invasor dolor nauseabundo
que al ocaso desconsolado enfurece.

¿Viajaremos a la nada absoluta
para mantener la líbido impoluta?

¡Qué grande se ha coronado éste usufructo
ungido entre la niebla de los viejos jardines!
¡Qué rápido se ha marchitado el débil fruto
de mis versos arribando intacto a mil fines!