miércoles, 5 de diciembre de 2012

Constitución.

(femenino)

Siempre me atrajo ese lugar. La representación perfecta del barroco contemporáneo... una sobrecarga avasalladora que contamina la mirada. La autopista se eleva delineando la plaza; el cemento como horizonte, partiendo al medio el panorama. La estación antigua, fiel retrato de una época épica. La mano de obra inglesa en los albores de principio de siglo, en los cimientos del "Tercer Mundo". Arquitectura detallada, totalmente incongruente con la actualidad donde lo básico es materia corriente. Un lugar inimitable donde se entrecruzan diversas realidades, lugar de paso para algunos, no así para otros. Recinto donde conviven el café, los libros, el chipá y los juguetes plásticos. Constitución, tanta sobre producción como respuesta a una modernidad vacía y estacionaria, como manifestación de un sistema absurdo.
Era de esos días en que yo tenía que ir para zona sur. Entro en la estación esperando alcanzar el próximo tren. A las corridas y agitada por mi escasa capacidad pulmonar miro el tablero: un minuto tarde. Bajé la mirada mientras mis pensamientos reivindicaban mi mala suerte... levanto la vista y el panorama no fué el esperado... Lo ví, parecía de otra época, similar a las caras descoloridas que revelan las imágenes de los inmigrantes arribando al puerto de Buenos Aires. Ese hombre era la réplica de un tiempo hermoso y pasado, la huella que deja el mar con su prolongado vaivén en la arena. Era carne cruda en un banquete añejo.
Inexplicablemente nos encontramos en tiempo y espacio, me miró... (no tengo un fundamento claro para admitirlo, pero debo asegurar que en sus ojos vi el impulso de lanzarse hacia mi). La estación seguía en movimiento, el murmullo matutino, las estrepitosas filas humanas interminables, "cadáveres de la nueva generación".
Inició el andar y rompió con esa diagonal que nos distanciaba. Las manos comenzaron a sudarme como  cristal transpirando en el frío. La vista me vibraba y distorcionaba la imagen, tal como lo padece la ciudad bajo una masa de aire calurosa.
- Disculpá, estoy medio perdido... ¿cómo voy a La Plata? 
- Eh... mirá, ahora 10: 43 sale un tren para allá. Yo me tomo ese, pero llego hasta Quilmes no más. Si querés te indico.

Su sonrisa me regaló un dejo de esperanza y al instante agradecí haber llegado un minuto tarde. Pasamos los molinetes y entramos en el corazón de la estación. La atmósfera era tan pesada como el hierro y el vapor que emanaban las locomotoras.
Fue un viaje extracotidiano. No hice caso de los repetitivos vendedores ambulantes de siempre que atiborran el vagón con sus estrategias de venta. Era él, la conversación, la insignificante distancia que había entre los asientos, el sol que se colaba por las ventanas, yo. La conversación y una noticia que amputó mis expectativas.
Antes de que se acerque el final inminente, mi maldito destino -reflejo de mi rutina- , portando una sonrisa melancólica me ofreció un próximo encuentro:
-El viernes a la noche es mi despedida... el amigo ese que tengo que se va a Francia... si querés estás invitada.
- A la medianoche en Scalabrini Ortiz y Santa Fé. Ahí estaré.

Me adentré entre la muchedumbre quilmeña pensando en qué osadía descocada me había invadido como para aceptar tamaña propuesta. No me gusta el jolgorio nocturno, menos con desconocidos. Luego confié en mi facilidad para socializar y eso me calmó; además tenía que volver a verlo, aunque sea una vez más. Continué mi rutina, acelerada para que el viernes a la noche se haga tangible. Era claro, a la medianoche en la intersección.
Viernes: una tarde eterna que parecía alentarse para hastiarme la existencia. Caminé, un deambular sincronizado elegía mis pasos. Era la caminata circular de todos los viernes, una circunvalación incesante de la que nadie, ni siquiera yo, daba cuenta. Es que nunca vi la oportunidad en la elección, son tantas, tan amargas, tan de una complejidad tal que no (Esta oración nunca termina)... tan que muchas veces elige por uno. Me olvidé. Me negué la posibilidad de.
La intersección, dos avenidas. La boca del subte tenía un aire decrépito de abandono mundano, la calle parecía marchita, ordinaria. Esperé un arribo, el porvenir de quienes me encontrarían, donde yo aseguraba encontrarlo.
Pasamos por tres bares insulsos aquella noche. A cada segundo el pecho se me hinchaba más, el sentimiento parecía tomar fuerza. Yo formaba parte de una cofradía de la que estaba ausente, en otro plano, otro ensueño. Lo contemplaba a oscuras mientras hablaba, y su boca se bamboleaba sutilmente en el aire, parecía una boca superdotada, era visualmente adictiva. Entre diente y diente había un hueco pronunciado, un espacio lo suficientemente visible como para terminar de asignarse una singularidad indefectible. Los ojos, de una profundidad críptica, soberbia, eran dos fosas marinas sin superficie. Los ojos rimaban eternamente, perfectamente, con los labios. Y por entre medio de los dos surcos azules caía en pendiente una nariz asquerosamente atractiva.
Me sentí presa del candor, embobada. En un cruce de miradas entre la concurrencia y el alcohol, él -nuevamente- pareció detenido en el tiempo, después volteó la cabeza con una sonrisa aguda y luego de unos segundos reivindicó su presencia entre las copas. Yo no comprendí, - otra vez - no comprendí. Mi cara entera interrogó aquella sonrisa, una expresión tensa y apergaminada se ocultaba tras mi cigarrillo.
Hay una parte que no recuerdo, todo sucedió de forma instantánea e imperceptible. La despedida fué una marea furiosa de abrazos, palabras y melancolía... nadie sabía si el viajante volvería a hacerse presente. Le hice saber la pena que me generaba haberlo conocido la semana de su partida, él admitió reciprocidad en ésto.
Me acompañó hasta la esquina y, naturalmente, lo invité a pasar. El domingo de madrugada ya no estaría más, era ése el momento. Finalmente terminamos acá, en el esperado viernes a la noche devenido en un naciente sábado ...Todo se reproducía repetidamente entre un halo tenue de luz queriendo ser penumbra en la oscuridad del cuarto, dos colores: Un primer plano de los ojos, dos bocas que se aúnan como sombra y pavimento; cuatro manos que se magnetizan como la piel y el acero al abrigo de una nevada titánica. Era mi constitución materializada. Esa fué nuestra primera y última vez.
Ahora duermo y no lo puedo encontrar. Cuando parece suceder, el nitrato se desintegra. El nitrato. No... la realidad, el despertar. El ensueño se, el ensueño se evanesce.
Él se fue, yo me fuí... nos fuimos; aunque nunca hubo lugar para el "nosotros"... solo está este recuerdo que resiste en este tiempo muerto que yo decido perpetuar.
Aún reflexiono... por qué narro ésto en primera persona si en realidad mi objetivo era mantener oculta esta experiencia, y la respuesta más sensata que encuentro es la vivencia misma. Es que no terminó, aquel viernes aún no terminó...

Hoy se cumple una semana de mi extinción material. No quiero decir cómo fue, sólo se que estaba viajando en un colectivo hacia Constitución y que llegaba tarde. Utilizo a alguien -sexo y edad indistintos-, una persona "x"  para sustanciar ésto... ésto. 
Ahora, soy el alba que se adormece antes de su despertar prematuro, soy el aire perenne y solitario que navega en el epicentro del océano. La materia pereció en un blanco constante y detuvo las horas. El tiempo y la materialidad me arrebataron los momentos, pero yo al tiempo le arrebato los recuerdos.

jueves, 8 de noviembre de 2012

La delgada línea.

Qué tanto sufre, mujer, como para encontrarse así? Qué tanta agonía carcome sus días para desmembrarlos de forma tal que se muestren inútiles? -indagó él-. 
- La agonía es usted. Estoy iniciando un final que no quiero que termine -le dije-.

El portazo se infiltró en mi cara al grito de "no me busques más" y eso era lo que realmente quería... si aquel alma no escribía, ya no me interesaba absolutamente nada de su persona. Todo él se reducía a su escritura, lo demás era el regocijo puro de sus miserias. Los conflictos arrolladores, los amores lejanos que nunca quiso soltar y la pérdida inminente de un presente efímero lo habían convertido en un hombre propenso a no superar las derrotas, un hombre inconmovible y falto de empatía. El que contradice sus actos con palabras. El inconsecuente. El que nada supera y todo acumula. 
El tiempo pedaleó sin parar y el efecto se coló en nuestras vidas, en la materia perecedera de nuestros cuerpos.
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El sol desenmascaraba lo invisible, el polvo en los muebles y el desuso de un recinto en decadencia. Las cortinas ocres creaban un complemento perfecto con la escena, las rajaduras en las paredes eran como venas en plena circulación. Nadie entendía porqué una casa tan deteriorada formaba parte de aquel paisaje, una tapera en la ciudad sustituyendo la presencia de un baldío. Una canción giraba sobre el aparato  multiplicando acordes siniestros. Objetos insensatos desorganizando el espacio: velas derretidas, tabaco despotricado al azar, postales, cartuchos de plumas vacíos, entre otras ínfimas banalidades tangibles. El hombre en su silla, recostado sobre una mesa pequeña como en posición de sacerdote malherido, desalineado, implorando redención. Un hombre demasiado frágil como para habitar el afuera. Su porte denota semanas de reclusión en aquel bunker literario. Hay libros salpicados por el suelo junto a un colchón solitario que viaja entre una marea de sábanas enmarañadas. El viento hacía retorcer el sonido de una sirena monocorde y estruendosa... a la distancia. Siempre se sintió incapaz de escribir lo que sentía, de transmitir lo que debía. Pero tanto abandono, tanta angustia giraba en torno a cierta promesa incumplida, su deuda más dañina, su carta más morbosa. Era tanto el espasmo producido por la angustia, era tanta la culpa como el placer del pecado. Los párpados le pesaban entre tanta escoria y cayó sobre sus propios brazos...

Ensueño: Él caminaba rápidamente, pero a cada paso la calle se extendía como si una fuerza superior estirase la tierra para que él no logre su cometido. Desesperaba, corría y la calle se seguía ensanchando, en cada paso la distancia aumentaba. Comenzó a rebanarse a gritos, pero ni siquiera pudo emitir un quejido silencioso. Cerró los ojos y un suspiro! y de pronto estaba ahí, en aquel cuarto que tantas veces lo había encontrado desnudo devorando a aquella mujer cuyo deseo él no había cumplido, aquella mujer cuya deuda la había enfermado.  Recorrió el cuarto a oscuras preguntando por ella, hurgó cada recoveco diminuto, cada espacio donde resultaba físicamente imposible hallar a un ser humano... pero la respuesta nunca se hizo presente. Sumido en la desesperación murmuró una letanía y sintió vergüenza de recurrir a deidades en las que nunca creyó...

Despertó con una agitación sobrehumana y contempló la ventana con una amargura indomable. Había sido tan real que...
Dudó. Antes de tomar el picaporte en sus manos, retrocedió tres veces con paso decidido... pero era inútil, la decisión ya era carne.
Ella se dejó arrastrar hacia el otro lado con el vapor frío de una exhalación letal.
Tomó en sus manos los bocetos que tanto insomnio le había generado y se desvaneció al final de la calle. Paralelo a su andar, un tranvía enclenque se deslizaba por las vías incrustadas en el adoquín. El sol le quemaba la frente como ascuas marchitando primaveras. Se topó con el destino... El hombre errante, intentando reivindicarse con los bocetos bajo el brazo, levantó una mirada sombría y ahí estaban: todos los recuerdos aglutinados en aquella casa. Se veía descuidada, el techo estaba notablemente deteriorado, la pintura descascarada y las plantas malheridas por la escarcha del invierno.
Irrumpió el espacio como quien interviene la cicatrización de una herida. Las ventanas cerradas daban la sensación de opresión constante, la oscuridad revelaba aún más el abandono. Sobre la mesa encontró cartas añejas con una letra cercana al garabato, todas de la misma persona, ilegibles. Intentó decodificar los mensajes y no pudo. Un pálpito estruendoso le arrebató su cuerpo, la desesperación de no encontrar el panorama que deseaba y el temor de hallarla tendida entre sus vísceras. Era tal como lo había soñado. Demasiado tarde para un amanecer, demasiado temprano para un dolor insoportable. Abrió la puerta del cuarto... un murmullo de silencio precoz logró aturdirlo. La llamarada del crepúsculo extinguía sus fauces candentes en una profunda soledad. Dió el primer paso con los ojos abismados, azorados ante tanta crueldad. Se acercó al lecho y el panorama se dejó ver por el remanente de luz que producían las velas en extinción. El rostro afiebrado del caballero comenzó a derretirse en gotas, las gotas del quiebre. Las quejas internas del no entendimiento se manifestaban como bestias hambrientas. Las lágrimas se reproducían como larvas amuchadas en una podredumbre, caían del acantilado ocular como humanos suicidándose ante una catástrofe inconcebible. Fruncía el ceño y sus cejas en declive presionaban su cien con una fuerza mortuoria.
Percibió el calor de sus manos, aún estaba tibia. Mirando el cuerpo lánguido, pensó que la muerte le sentaba bien, que más allá de su palidez posmortem se veía tan o aún más hermosa que en vida.
¿Porque había hecho de su escritura una enfermedad?
No atinó a nada más que a depositar los bocetos en el cajón de la mesita de luz. No pudo tocar por última vez aquel cuerpo que tanto placer le había dado, aquel cuerpo con el que se sentía en nefasta deuda.

Dejé atrás mi delito... lacrimógeno, melancólico en cada paso mientras me empequeñecía cada vez más en el horizonte. El lugar no volvería a ser el mismo, la ciudad pareció detenerse en el tiempo, en la penumbra borrosa de una luna moribunda. Mi cuerpo embalsamado en la tristeza recorrería hasta el fin las calles mundanas de aquel habitáculo lúgubre.

jueves, 4 de octubre de 2012

Entrada nº 40

Epílogo indecoroso.

Falta de cordura.
Fuera de la vida,
Y pérdida,
Fuera de acá, de allá.
En los capítulos prescindibles
Quedará escrito
Este...
Mirada siniestra.
Ojos urbanos,
Crítica absurda, para reír.
Exceso mío.
Manos perniciosas,
Manos que de manos ya no tendrán solo el nombre.
Manos que funcionen,
Manos verbales.
Cuerpo verbal. Cuerpo con adjetivos.
Es adentro donde la razón inválida y
El sentimiento imparcial.
Es adentro donde el puente herido es el desvío,
Ni la sensatez.
Ni la brújula.
Ni el mapa.
Pensamiento descalibrado de opinión desafinada.
Un evento contraproducente, un efecto de una causa que ramea de los pelos.
No es afuera, es adentro la cuestión.

viernes, 21 de septiembre de 2012

Miscelánea.



misceláneo,a

  1. adj. Heterogéneo,compuesto de cosas diferentes y variadas.
  2. f. Mezcla de cosas de distinto origen o tipo.
  3. Obra o escrito en que se tratan muchas materias inconexas y mezcladas.
  4. amer. Tienda pequeña de ultramarinos.



¡Puta!
¡Masacrada!
¡Repugnante, nefasta y
moribunda!

La proclama del espejo, vil reproductor de la imagen que late en el espacio: Invasor de la percepción, determinista de la realidad, verdugo impune, pintor explícito y maléfico.

Mi sangre escribe.
Mis manos, el vehículo
que por su carácter material
se manifiesta de forma visible.
Mi sangre proclamará renacimiento,
la emigración de mis orígenes
a... ¿A dónde?
Desde algún diván hacia algún origen,
ningún final, indecible comienzo.

Del verde insurrecto, de tierra manipulada y hormonas inquietas.
El personaje destructivo,
¡Si! ¡Miralo!
¡Sádico, enfermo, imbécil! "hedonista".
Él ahonda el filo imperturbable en el brazo quebradizo, infiltra el frío en el paso que me atraso y el trazo de mi brazo duda, pero impávido... Teme, ¡pero audaz! ¡Severo filo que no admite negación como respuesta!.
Arde, la piel corrupta (de placer)
Pierde, el aura impoluta (movimiento)

El verbo carnívoro en la epístola proclamaba: "Ningún final, no es viral, no estoy enferma, solo estoy perdiendo".
Mentira, engaño.
Yo no puedo, no debo. Yo, mezcolanza de artificio usufructuado, de niñez arrebatada. La piel come a la piel de adentro hacia afuera  -El exterior proclama, el interior se manifiesta- .
Está en los ojos, en el pecho, en la cabeza, la espalda... así se cristaliza el suplicio. Está en el pulso que trastabilla, en la mano cansada... pero la noche es serena y las espadas brillan en la vía láctea.
Ya, la alondra afina el crepúsculo. Es aire cálido, pero estoy gélida.
¿Cuantas más? Un lunar, dos pezones alineados a dos curvas en la ruta de un cuerpo barroco, tres orgasmos por cabeza, cuatro lunas al mes que en cuarto creciente alumbran el cuarto lascivo y sudado.
La sangre escribe, todo mi torrente sanguíneo se subleva y no comprendo, no comprendo en un día que para el mundo es ordinario... Porque el sol me genera un dolor lamentable y el semáforo titila el rojo constante. Porque el sol me quema, me calcina,
pero sonrío, soy un río que fluye en la carcajada ensalivada.
Y todo proclama, todo toma forma y pregona tardía y reiteradamente,
ensordecedor...
¿Hasta donde, cuando, porque...?
Cada voluta jónica de humo, una niñez socavada...
...Cada abrazo descarnado, un día recuperado.

Afuera la lluvia se muestra afable, el día nublado de espuma espesa transmite beldad.
Todo indica que al fin debo despertar.

martes, 4 de septiembre de 2012

Inconclusión.

Ya seré, yaceré...
Un grito que cuartea las comisuras,
Un rostro hecho desmesura.
(Me atrajeron) unos ojos ciegos carnívoros,
Junto a una boca melodramática...
Si, melodramática boca aquella,
Voz de lluvia, vos de agua.
Mi aullido de humo cancerígeno.
Reclusión septentrional.
Me enferma, me claudico,
Y un bunker,
donde,
Me desmedro.

El reloj se te desintegra en los dedos,
Se te va sin ganancia alguna,
Tíralo por la ventana, palabras absurdas. Las palabras del rigor.
(Que permaneces oculto como tantos enigmas)
Ni lo uno, ni lo otro. Nunca elegir, nunca arriesgar: el lema primordial.
Tu cuerpo se irá huyendo de alguna madrugada placentera.
Busca lo amargo de una despedida,
Lo amargo de sus condiciones, siempre con sus condiciones.
No odio, no estimo tampoco.
Dislocación de alma, codazo en la nuca.
Una patada en los dientes.
¿A quien le va importar leer la introspección, mis desvelos?

El abismo insano te devoró,
No te alejes de la tierra.
Ya no, ya no más oscuridad, ya no.
Yo no, ya no más quejidos dolorosos en la penumbra.
Tu cuerpo se irá dejando unas páginas sin escribir.
El tinto, las lágrimas me embriagan.
Hay algo que nunca te dije,
Yo tampoco pude decirlo,
Yo tampoco pude decirlo en las fauces del infierno,
Yo tampoco pude entre el llanto del algodón,
En la traslación de dos cuerpos hambrientos,
Con el afán de devorarse.

Humedad, la completa poesía entre las sábanas. La poesía toda.
Yo no lo dije.
Yo te lo hice,
Pero no pude nombrarlo, amor.
Alma de piedra macabra,
Algarabía de carroñeros siniestros.
Moribundo umbral.
Yo no busco la mortaja, busco otro sendero.

No necesito una muerte para renacer.
Brecha ardiente,
Te esfumó sin aviso magullando un fulgor.
¿Me permitirás escribir esto en esta noche atroz plagada de cenizas?
¿Me permitirás olvidar?
Te anhelo errante por las calles, buscando una estúpida casualidad.
Yo no pude, yo tampoco pude.


Añoro, añoro, añoro...
pero...
Olvido, olvido, olvido.


jueves, 16 de agosto de 2012

Continente onírico.

Antes de partir... ¿a dónde voy?... Luego de semanas de mirar un punto fijo e inexistente, de no poder poner en palabras, de no tenerlas, de que se escurran de mi mente y caigan a un abismo en el que mis manos se muestran inútiles, desprovistas de acción más allá de mi pugnante voluntad...Solo sé que a medida que vaya escribiendo los recuerdos se irán cristalizando, iré aclarando y recapitulando mediante este escrito.


Mi cuarto se muestra más oscuro de lo normal, afuera hay un temporal invernal que arrasa la ciudad purificando las calles maltrechas, las torres grises parecen engalanarse entre tanta belleza acuática y los árboles no tienen más remedio que alzar sus ramas y bambolear sus hojas al ritmo de la sudestada.
Después de noches interminables de un hastiado insomnio, de forma imperceptible logro concebir el sueño... sin darme cuenta ya formaba parte de un continente onírico...

Estábamos él y yo, como rememorando viejas épocas de paseos sin destino. Mi cuerpo denotaba el desgaste de una caminata previa, pero la realidad se desencadenó cuando divisé frente a mi una pared constituida  por vidrios rectangulares que, aparentemente, formaban el frente de una casa que mi mirada toda no llegaba a abarcar...sólo podía ver el adentro: una habitación enorme y blanca con una puerta de fondo -casi en un segundo plano-, un diván sin estrenar desparramado en un costado, una televisión estruendosa transmitiendo banalidades, una mesa negra con un libro -autor desconocido - y un bolso casi en exhibición -como quien se va de viaje-  que dejaba descubrir en su interior las prendas de una mujer. El acceso a las profundidades de este recinto era una puerta negra blindada de un tamaño descomunal atravesada por un cilindro horizontal rojo a modo de manija. Veo barrotes incrustados en la frágil pared de vidrio que funcionan de escalera para acceder a no se qué parte de aquella casa posmoderna. La manija de la puerta actuaba como primer peldaño de la escalera. Un edificio que oscilaba entre la frivolidad en su máxima expresión y la materialidad macabra, siniestra y atroz de algún relato narrado por Stephen King.
Nos miramos ya entendiendo lo que sucedería y él, nunca dejando de lucir las almendras de su mirada, con su sonrisa característica hizo una afirmación decidida. (Hasta acá lo vi, luego desapareció)
En mi impertinencia, elijo escalar esos barrotes para llegar a lo desconocido, pero al apoyar mi pie en el primer peldaño abro la casa  involuntariamente... Desde la puerta interior que daba a una habitación contigua sale ella, desplegando en su caminar una soberbia admirable sin dejar de transmitir una fragilidad indefensa. Se acerca a la puerta de entrada, clava la vista y me perfora los ojos con su mirada arrolladora. Yo tímidamente intentando resarcir el daño balbuceo un perdón,  a lo cual ella, sin denotar indulgencia, arremete: 
-Pasá, te estaba esperando.
Entré. Intentando ser lo más discreta posible, analicé el cuarto sacando treinta conjeturas distintas sobre los objetos que ahí habitaban. Mi respiración era entrecortada y sentía cómo lentamente mi tórax se iba humedeciendo, cuando ella aniquilando mi introspección me dice: 
-Hacía mucho tiempo que este momento debería haber transcurrido...
- Puede ser.
- Salgamos a caminar.
La ciudad era la misma máquina metálica de siempre, los engranajes sucediendo simultáneamente haciendo girar la enorme esfera permanente de la rutina; Sin embargo, mis sentidos no se encontraban completos, mi mirada detectaba cada detalle pero el movimiento era mudo... solo predominaban el sonido de nuestros zapatos impactando en las baldosas de la vereda y el silencio entre nosotras opacando el estruendo urbano. Llevado un tiempo, me dí cuenta que ella marcaba el rumbo y me paseó durante horas por toda la metrópolis; no obstante, no desesperé y me dejé guiar. Mi ansiedad me confesó que debíamos ir al meollo directamente, y que la cuestión solo era mera indagación. Recuerdo haberle hecho un millar de preguntas, y recuerdo que para cada pregunta tenía una respuesta muy concreta, pero en cada contestación la información se perdía en aquella atmósfera enigmática e inentendible dejándome desprovista de claridad, aclarando dudas que no mostraban aclaración y convirtiéndome en una ignorante inerme caminante. Lo único que puedo vislumbrar después de tanta interpelación es el siguiente fragmento:
-¿Como te diste cuenta que era yo? ¿Porque no otra?
- Porque te vi en sus ojos mientras te nombraba. Porque tu nombre resonaba en sus labios y en su mirada se producía un claro oscuro que debilitaba su órbita completa...
Hay una parte censurada en mi inconsciente que no me permite recordar y como último recurso, la justificación me consuela con una frase hecha, más que trillada, fusilada: "por algo será".
Sumergidas en el atardecer, adentradas en el cansancio, era evidente que ella ya había decidido donde concluir el trayecto y de un momento a otro me encuentro iluminada por luces que trastabillan, sujeta al suelo de un recinto gris y estéril y embebida de los quejidos agonizantes y el olor humano e insípido - mezcla de carne y desinfectante- de los pasillos de un hospital antiguo.
Se da vuelta, deteniendo sus ojos teñidos de una tristeza tirana en mis pupilas vulnerables a punto de destrozarse en lágrimas impotentes. Ella estaba vengativamente hermosa, su pelo negro ocultaba minimamente sus hombros y su flequillo hacia el costado era el complemento ideal que dejaba apreciar el contorno de su ceño perfectamente acabado...
Luego de siglos de silencio - imagino que en tiempo real habrán sido cinco segundos- sentencia:
-  Hasta acá llegamos. Acá vas estar, es el lugar más propicio para que tus días transcurran sin perturbaciones. Retraída, recluida y alienada... Ya llamé al doctor.
Veo su silueta gris recortada por el fulgor del ingreso al hospital, me deja y se aleja.

Todavía no pude despertar...

viernes, 27 de julio de 2012

Relato pobre.

Bajo la supervisión de mi semidios, el que pone todo en el lugar correcto. Gracias.

{Temo que la tierra hoy no podrá sostenernos, que el vientre del nuevo día no inicia el alumbramiento, no hay parto... 

Encontró el sitio. Ella se sentó en la orilla para esperar, sabía que demoraría algo de tiempo. El borde del río era hostil, le salpicaba la frente con un manojo de agua indomable, dejando gotas débiles - entre su pelo-  que se resistían a ser arrasadas por el viento. Esperaba un llamado, observaba el teléfono obstinado en permanecer mudo. Ella estática, inerme. Los pensamientos inútiles moraban errantes en su cabeza, pasaban como luces irreconocibles, se desechaban, todos incapaces de calmar alguna ansia o desesperación. Vaciló, pensó en irse, pero ya era tarde. Una mano cansada e imperiosa se posó en su desdichado hombro.
La superficie estaba agotada y sobrecargada, rocas de todos los tamaños, ramas arrastradas por el río, depositadas por su acuático desertor en tierra firme. Óxido y madera muerta, hierros de antaño, perecederos y en desuso, imposibles de resucitar, esparcidos indiscriminadamente por el lugar, partes desconocidas de algún navío que naufragó. Y en la orilla, ella, sentada en un montículo de escombros, mirando el horizonte. 
(¿Cómo hacía para decirle que no era él el hombre que ella esperaba?)
Una arena áspera, gris e imperceptible como último detalle. Polvo, restos de algo, alguna cosa que en tiempos pasados habrá sido útil.

No obstante, lo guió hasta su cuarto. Ella se dejó desvestir, se dejó tomar por esas manos forzudas que no eran las buscadas -ni las deseadas-.
Las nubes grises exhibían su contorno oscuro jactándose de sus formas innombrables, indefinibles, alejadas de todo rótulo. Creaban un cielo ciego, amorfo, de tintes negros entreverado con un azul profundo que, sin haz de luz alguno, anulaba la vista. 
Siempre realizaba el mismo ritual, la mirada fija en las pupilas femeninas y de pronto, en un arrebato espontáneo, comenzaba a besarla desenfrenadamente, mientras, mordiéndole el labio superior y acariciándole su cintura, la arrojaba en la cama. Ella se acostó intentando fugarse de ese aquí ahora indeseado, pero las manos de aquel hombre apretujándola, oprimiendo sus pechos y ensalivando su yugular le impidieron ausentarse. Él rozaba la punta ensanchada de su lengua por todo su cuello dibujando curvas acuosas, mientras que ella sentía la caricia del filo de mil cuchillos resplandecientes. 
Concluido el acto, no dudó, lo dejó ir sin darle explicaciones (ésta es la última vez que venís). Él, confundido y solo,  se alejó de su puerta con un sabor amargo en su paladar, se dirigió a la avenida cercana y se sumergió en la multitud sin rostro que caminaba herida, sin remanente temporal, hacia ningún lado, engranajes de la voracidad sistemática.  

No hay momentos preciados preexistentes que nos arranquen de la hora inmotivada. Mi lado derecho grita aquejado por un jolgorio que sangra los oídos, por un banquete al que no fui invitada. Hoy no es un día para salir a la vida.

En un rincón, en la penumbra de la mañana, ella se sentó en posición fetal. Sus lágrimas humedecieron su antebrazo y su piel sedienta absorbía toda secreción. Recurrió a la soledad del campo, pensó que antes de... antes era mejor ver la autopista desequilibrada plasmada de humo y las luces fugaces intentando iluminar la congelada oscuridad cotidiana.
Sólo había una melodía en su cabeza, su garganta eran las cuerdas de un cello grave, garganta maltrecha y descolorida que contrastaba con su lengua de violín huérfano. Llegó al sendero y no había persona alguna, eso la alivió. Los pensamientos comenzaron a marearse, soltó sus ropas escuetas y caminó despojada en la soledad de la pampa. Un ocaso anaranjado teñía su porte gris dorando sus ojos ausentes. A cada paso sus pies asfixiaban una parva enmarañada de maleza famélica. Levantó la vista... ahí estaba, la entidad más egocéntrica del sistema solar todo, brillante, esbelto, enorme, cegador, tirano, un ojo fulguroso a punto de extinguirse en la niebla hambrienta de la futura noche. Un halo triste de atardecer la encontró y vio hexágonos transparentes, de diversos tamaños, haciendo luces en su mirada mientras el cielo mutaba calmo amenazando con una tormenta eléctrica impenetrable. Se dejó caer en el llano, todo su peso hacia el piso, su cuerpo en punto muerto, boca arriba, médula abajo. La primera gota impactó en su frente despejada y se deslizó por la mejilla enrojecida. La segunda, se entrometió en el hueco débil que formaban sus labios morados y entreabiertos salpicando el lunar alojado encima de los mismos. ¡Tempestad! cataratas enfurecidas de lluvia hicieron colapsar sus pupilas ya dilatadas. Cerró los ojos y un suspiro último se dejó estar. Horas más tarde se manifestó el aura. Un viento grotesco silbaba delicadas notas de aire que acariciaban la desprevenida flora del lugar. El cuerpo yacía pálido y desalmado entre el silencio y el imperceptible movimiento de la llanura. Una danza maliciosa de naturaleza carnívora.
El espacio vacío.
...Quiso nacer un relato donde la situación volátil se deslice entre las líneas, que los hechos se desplieguen y acaricien, acciones, momentos y entrecruces... pero hoy... ¡Miércoles hostil! ¡día inútil! Sos un huésped anónimo e impávido, la fragmentación pura entre mis dedos torpes. Hoy no es un día para salir a la vida}

martes, 10 de julio de 2012

No se el ser.

No se esta partida.
Yo no se este escrito.
Yo no se mis ojos,
no se tus olores.
No se con quien me acuesto
ni quien es la sombra desparramada en mi cama de penumbra.
Desconocimiento.
Yo se inexistencia,
se que soy ausencia.
Yo se de ausencia.
Yo no, no existo.
No se el pasado.
No se este presente.
No se el sexo, no se el cuerpo.
No se permanecer. Se el amanecer.
Yo se que soy desamor,
un deseo nefasto,
un volver inminente,
de abismo incoherente.
Laceración.
No puedo el verano, puedo el invierno.
Yo se que soy descartable,
Se mi ser perecedero.
Yo no se mis letras, ni mi coherencia.
Yo no se a que puerto arribaré.
Yo no se de nuevos días
Sé mi sangre putrefacta,
sé mi sed, sé mi ser.
Se el vaivén,
se frío el andén.
Yo no se el saber,
no se el ser.
Yo no se de lineas,
no se de rimas,
no se de prismas.
No se de orden, no se de inteligencia.
Se de caos e indulgencia. Demencia. Miseria. Materia y arteria.
No se la batalla.
Incongruente.
Ser.
Sé de envestida,
sé de terremoto a la deriva.
Saber.
Se mis lagrimas y mi testigo,
se la sombra en el espejo,
en lo cóncavo y lo convexo.
Yo no se el tabaco ni la sonrisa.
Yo de escenario y melodía -no se- ni la letra,
el torbellino y la brisa.
Sé el polvo, sé el resto, sé el tilo, sé el borgoña.
Sé la arcada que asfixia (sos, serás).
No se la autosuficiencia,
se la hoja suelta,
no se la sapiencia.
Sé el viernes, no seas el mes.
Sé una noche, no las hojas verdes, no la arena.
Sé crepitar, sé marchito, sé oscuro y triste.
Sé estático, sé cobarde y desalmado.
Sé rojo, sé negro, sé menta.
Obturador.
Yo se manipulada, yo se acariciada.
En ausencia no se, sé ausencia.
No se la superficie, se el averno.
No se el reparo, se el daño.
Sé el reparo, no el daño.
Es que no se,
enserio no lo se.
No, no puedo saberlo, no hay sendero que me transporte -no se el maldito sendero-.
No hay larva que me carcoma.
No se lugar, no se tiempo ni espacio.
No se a donde llegué.


lunes, 25 de junio de 2012

Efecto secundario.

"A una persona. Un alma gemela"


"La naturaleza hace del hombre, lo que el hombre de la vida. El hombre consume tiempo, espacio, almas, sentimientos, personas. Se entromete en los instantes ajenos. El hombre consume vida, mundo. Pero luego, la tierra consume al hombre. El gusano justiciero del arrebato existencial del Homo - Sapiens. El hombre, ser natural, pero expropiador de la patria verde. Carroña como justicia."

Fuimos a la laguna, día de agua,
armados de piel, fugados de realidad,
tomamos el sendero contiguo,
terreno despejado estaba,
estaba despojado,
estaba desmedrado,
me callo y ojos,
camino y me detengo,
manos que me detienen,
ojos que hablan.
Escribo y te pienso.
Una arboleda solitaria al horizonte,
la bestia se asoma en mi sombra,
¡No la dejes entrar! ¡No!
¿Tenés miedo, verdad?
Sacame y llevame
en el caos de la fuga hacia el norte,
caos de la fuga,
caos de la fuga,
con lunas que
entren y salgan.
Corramos a la arboleda, laberinto de cortezas, una mueca y corramos.
Saltemos,
qué espasmo,
qué turbulencia,
que temblor de cielos desgarrados,
de clamores placenteros, 
que labios en movimiento.
Parálisis del habla, sexo danzado.
Te lleno, te dejo.
Llevame fuera, llevame, llevame fuera, fuera, fuera,
donde la bestia no se asome a la ventana,
donde no sucumba al polvo.
En el caos de la fuga,
que me pregunto, que me contesto,
una incógnita como rostro,
una incógnita en la lengua.
Llevame donde la moneda tenga una sola cara,
donde el horizonte no divida.
Sacate el trastabillar en los ojos,
y llevame donde los metros no sean distancia,
donde la bestia no apoye sus dedos decrépitos en mi hombro,
Que cielos desgarrados,
doy y te recibo.
Llevame, traeme, dejame, meteme, sacame,
de este mundo comprimido y inexpugnable.
Tirame a la laguna, y mirémonos las caras a través del agua,
de ojos empapados. 
Donde la bestia no se sumerga.
-¿Has oído?
-¿La arboleda?
-¡No, a la bestia!

lunes, 28 de mayo de 2012

Viernes circular.


Situémonos en un vericueto angosto y gris, con un dejo carcelario pero libertario en su totalidad. Un espacio casi invisible que se encuentra entre los muros húmedos de la catedral y las paredes pálidas del banco. Es el canal que conecta Avenida Rivadavia con la calle Ramón Falcón, frente a Plaza Flores. Hay olor a carne y fluidos humanos, pero lo considero irrelevante en comparación con la situación próxima a desarrollarse. El movimiento caníbal e incesante de la ciudad daba cuenta de que era un día muy viernes a las cinco de la tarde, muy urbano y desgarrado.







Cómo siempre, yo muy desprolija. Mucha textura y llanura. Mucho collage en lo lineal y pelo enmarañado por el viento.
Yo solo camino y me acerco a cada segundo. Aguardo por él, y espero el instante en que a la distancia lo veré arribar al destino previamente pactado.

Él dobla desde la calle, esquiva la boca del subte, se detiene, mira y finalmente se sumerge en el pasillo. Yo observo paralizada desde el final, voy contando los pasos que da mientras acerco mis manos a mis labios. Mis manos huelen a cítrico, a él (como mis sábanas estivales). El sol pareciera ser cómplice de la escena, me permite apreciar aún más aquel instante.
Cómo siempre, él muy señorito inglés, mucho de hierro entreverado con terciopelo. Mucho de nube fusionado con cielo despejado. Mucho de frío londinense y mar tropical.
La distancia que nos separa es ínfima.
Levanto la mirada para alinear nuestros ojos.
Azules a través de los cristales de sus anteojos.
Me susurra dos palabras que no llego a descifrar (tampoco me importó saber). Sólo me conformé con entregar mi mano a la suya; Ese sutil acto fue eterno. Su mano me guía, me transporta y cierra la puerta...
Que sea viernes! viernes hasta que se desmonten los océanos y se desintegre el arcoiris. Que siempre sea viernes para poder encontrarte si te busco y poder morir si te miro. Día de significado, día designado para ser encuentro. Momento y día en que todas tus lunas hagan resplandecer los montes que contienen mis sales. Que yo me deshidrate con tus sales y el sudor dulce reproduzca más viernes.
Mis ojos significan el instante. Tus ojos son el significante de mis ojos.

Mejor no entendamos, dejemos que el misterio nos permita conservar la posibilidad de el todo. Que el misterio se ramifique y reproduzca más el todo que empequeñece a la nada. Dejemos que todas las respuestas convivan de forma simultánea sin necesidad de seleccionar una predilecta excluyendo a las demás. Caigamos al abismo de una incógnita permanente. 
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Despierto sudorosa, mis ojos húmedos y la ventana entreabierta dejando ver la ventana contigua. Ya pasó... hubiera querido más que ésto o nada. Ahora no quiero más que un apagón, un mutis por el foro, o un silencio, sin aplauso. No quiero el recuerdo, ni el registro de éste escrito. No quiero éste sueño arrebatado por la ausencia. Es una tristeza tímida e introspectiva, muda (no como la anterior, violenta y lacerada). Es una tristeza cabizbaja. No quiero más que un arpa tocado por Fausto, o un cielo gris preñado de tormentas. Sólo quiero un detenimiento por mi y por la que fui, por lo que no fuimos...

lunes, 14 de mayo de 2012

Polifonía (textura literaria desafinada de una parodia poética)

Dos sonetos heridos continuos, en cuatro estrofas letales compuestas por catorce versos impunes teñidos de ironía.


I


Yo no puedo afirmar que ésto es
para vos, ni para vos
tampoco que sean miles
para todos o los dos.

Sería un crimen ponerle nombre
porque inermes conceptualizamos
al entripado sentimiento por hombre.

Y engañosos seremos atrapados.
¿Porque la rima demente se ríe,
sin dejar que éste verso se desvíe?

¡Que tus colores serán el dulce
viento que olea en los mares atlánticos!
¡Que tu piel es la que se luce
en la cumbre helada de éstos cánticos!

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II


Desde tus ojos se mece
la brisa que eriza
al frío rancio y agreste
que viaja sin premisa con prisa.

Porque más adentrados en el mundo
la trama onírica frágil desaparece
y logra un invasor dolor nauseabundo
que al ocaso desconsolado enfurece.

¿Viajaremos a la nada absoluta
para mantener la líbido impoluta?

¡Qué grande se ha coronado éste usufructo
ungido entre la niebla de los viejos jardines!
¡Qué rápido se ha marchitado el débil fruto
de mis versos arribando intacto a mil fines!

miércoles, 18 de abril de 2012

Limbo.

La fotografía porta la siguiente imagen: un hombre de espaldas,  fiel a su coraza ácida de temperamento insufrible,  pero de dúctil armonía como pétalo,  está vestido con extrema formalidad, decidido en su aspecto e impecable en su elección de indumentaria: muy señorito  inglés (podría ser parte de un cuadro de Magritte). Se encuentra parado en un no-lugar donde sólo se puede identificar una perturbable llanura desierta, un mar de aire. Permanece estático, con los brazos a los costados, observando cómo lentamente se acerca la fatalidad.
Imagino un silencio eterno. 
Claramente es él el protagonista.  Rey de su solitario y despojado recinto. O quizás el vasallo de aquella nada indisoluble .



Parecías una leve brisa, que sólo bailaba en imágenes cinematográficas, jugando con objetos a la deriva. 
Y ahora flota tu alma en la desidia inacabable del frío trastorno cotidiano. Flotan en el medio un par sentimientos resguardados, atemorizados... vuelan fugazmente los temblores corporales y la inseguridad goza de una libertad sin límites. La triste rutina empedernida hunde tus huesos, y tu piel se encuentra inaccesible.
Sos como el junco inmutable que permanece en la orilla; pero el aire dañino te arrastra y devora tu tallo frágil. Ésta noche la tiránica fuerza del viento no cesa y te convierte en naufragio.
Quizás te había soñado en insomnios anteriores, o te había inmortalizado en una caricia o una mirada fugaz.
Yo que nunca pude ser esa. Yo te contemplo atemorizada desde el borde y la tempestad te funde en ella. Estás éter adentro, estás en el epicentro de la furia inconformista de la corriente. Te encontrás vulnerable, inerme ante el paisaje desolado, sin brío ni mérito para dar alguna brazada redentora que purifique algo de tu propio aire como para hacer real la pugna. Vértigo, aire no hay. Los alvéolos pulmonares se dilatan... ya no hay más aire residual. Ni resto. Ni fuga o escape. El viento lo absorbe y veo tus lágrimas caer, pero...

Estoy perdido, perdí mi rumbo
Fuí al bosque y busqué
En mis libros
Mis memorias
Algo que pueda
Servirme de 
Anzuelo
Algo para salvaguardarme.
Esperanza que no corre por
mis venas éstos días.
Fin del ciclo.

Pero tus ojos... ah si! son tus ojos el enigma.

Tus ojos:
Una viva marea implacable que oscila entre el azul más turbio de los fríos polares más arrolladores y el celeste cristalino de la tibieza acuática más sensible. Tus ojos, una fibra azul mutante de cara al sol.
Tu piel:
Cruda y virgen, blanca y pura casi incorruptible. Tus manos sin movimiento, pero tu piel tan pálida cómo la perfecta blancura de la nieve.

Flota el alma, flotan tus ojos y mis sentimientos. Y todo es amorfo, inasible e invisible. Desde acá ya no puedo verte amor, estás demasiado adentrado en la tempestad... sólo veo un atisbo débil de vida, sólo presiento un respiro evanescente compitiendo con el cáos fatal. Te seguís ocultando aire adentro... y yo tan sin poder hacer nada, tan desprovista de accionar... tan inútil con mis lágrimas que atestiguan tu penumbra impenetrable. Incapaz de amarnos.
Busco derrumbar el limbo, busco extraerte de la tediosa atmósfera racional que te oculta. Intento derribar las paredes impalpables del limbo, pero todo es en vano... pero éste me rechaza y te lleva... desde acá ya no te veo... pero ya no... limbo, no te veo.

jueves, 22 de marzo de 2012

En la cima (acá) rota el todo que alivia la nada.

Busco cuando te
miro,
que subas a la cima del monte
fulguroso donde
la brisa
te acaricie sin
prisa,
leve y tibia,
vertiginosa
pero sumisa.

Sigo cuando te busco,
porque
el sigo es siempre
mi oportunidad,
mi futuro.
Excavo despacio tus ojos
porque mis ojos
quieren tu todo,
porque tu nada
seca la pradera,
y tu todo es muy primavera,
y en tu todo gira
la tierra.

Tus ojos son
sin sombra,
tus ojos
y el canto de
la alondra.
Mi médula me
ordena demencia,
débil indulgencia,
debilidad,
clemencia
que tus ojos me
obligan,
paciencia.

Miro (te deseo) y te
busco,
te miro y la
tierra,
busco la galaxia
y te miro,
sigo buscando
tus huesos porque
desde tu piel veo
el infinito,
busco lo finito y no
te miro,
observo la tierra y es,
tu todo es...
porque me fundo en el
te miro,
de tu luz exorbitante
sigo buscando tus
ojos porque
tu todo alivia
mi nada, porque
desde tus ojos
veo el infinito.


martes, 28 de febrero de 2012

Fronteras.


"A El Niño Sol".


Hurgué por infinitos vericuetos, entre callejones a contraluz y cielos expandidos desplegando sus colores.
Entre montañas, ríos, puentes, caminos y amaneceres me encontré pensándote, repasando y repensando algo de nuestro repertorio conversacional.
En tu ausencia reí hasta con los brazos y respiré hasta por los ojos, pero aún así no logré atenuar el extrañamiento. Esto es inquebrantable, lo sé, este vínculo es una hermosa máquina defectuosa, irreparable y errante que funciona en pleno desperfecto y produce en entera locura, lo sé, la llaman algo así como "fraternidad".
En mi ausencia no pude evitar recordar el acá, aunque el acá era el allá y el allá intentó ser momentáneamente el acá, pero el acá pugnó hasta convertirse en un sólo acá. No hay acá ni allá, todo se comprime en un constante presente acá, perpetuo y acá.
En nuestras ausencias, no he podido olvidar jamás el muelle intacto acariciando la quietud del lago, ni la sonrisa que como por arte de  magia (tu magia) vuelve mi sombra gris en holograma, ni el jolgorio cómplice que nace desde nuestra más pura inocencia y la más sabia conexión.


"Soñé que una bandada de pájaros se desprendía veloz y estrepitosamente de un árbol, atravesaban selvas libidinosamente verdes y ríos blancos de placer; ellos penetraron el horizonte hasta convertirse en alba. Después de un tiempo indeterminado, regresaron de la travesía, admitieron que lo que buscaban estaba allá, en aquel lejano árbol que había permanecido ahí a la espera de sus aves, las aves parte del árbol. No obstante, éste ser inmutable de madera no las podía reconocer ya que habían vuelto siendo luz."

Y un día agobiada por la marea rutinaria y despedazada por la soledad gris rodeada de caras de cemento, un día mientras te sentía cerca te veo, lo sé, estás atravesando el umbral. La imagen es asombrosa, tu silueta oscura opacando a la envidiosa luz que has dejado atrás; con un movimiento espasmódico te acercás y me fundís la carne en un abrazo eterno.
Para todo lo que vendrá, ésta es mi bienvenida!