viernes, 27 de agosto de 2010

Tratado de la Insatisfacción

(Por Guido Ondarts, un gran y talentoso amigo)

El cuerpo tapado; el cuerpo oculto; el cuerpo insatisfecho. La cortina de baño con lunares amarrillos cuyos pliegues ocultan la desnudez del cuerpo. El cuerpo, reprimido bajo una moral judeo-cristiana que lo sojuzga cotidianamente en la vida pública; cuerpo culpable, cuerpo culpogeno, oprimido por la cantidad de prendas que lo colonizan y asfixian sus infinitas posibilidades de existencia hasta dejarlo extenuado.
Solo cuando me baño mi cuerpo está libre; Cuanto el chorro de agua caliente golpea mis omoplatos, mi nuca, mi pecho, mis genitales; en esa condición originaria del ser, en su desnudez plena, tanto ideal como material, mi cuerpo “es”. Paradoja de esta sociedad burguesa que el instante sublime de la plenitud tenga que estar encarcelado en un cuarto de reducidas dimensiones en un edificio de esta capital de las individualidades que llamamos Buenos Aires.
Cuerpo que habla, que siente, que baila, que ríe, que se lamenta, que gime, que llora, que se enfada y que muere. Cuerpo torturado por un esquema corporal-vocal impuesto por el terrorismo ético de la masculinidad y la femineidad: Un hombre debe tener movimientos rectos y cortantes; solo a la mujer le están permitidos los movimientos ovalados y circulares. Cuerpo juzgado, cuerpo prejuzgado; cuerpo que ama, sueña, que se eleva hasta el éter incorpóreo de las figuras celestiales; cuerpo que desea, y que al no poder alcanzar lo que desea, se frustra. Y acá nace la insatisfacción.
En “Diario de un Seductor”, de Soren Kierkegaard, se observa claramente una guerra entre dos morales del cuerpo completamente opuestas: Una moral burguesa, que impone a Cordelia mantener su castidad intacta hasta el casamiento y que imprime un determinado lenguaje corporal en su relación con Juan coronado por los valores del pudor, el decoro, y la vergüenzaEs decir, una estética caballeresca que obliga al juego de seducción que se despliega a lo largo del diario. Y, por otro lado, una estética existencial que hace que Juan desarrolle su vida poéticamente, intentando elevar constantemente a su amada del estado del amor vulgar a una codificación sensorial de la realidad mediante la exacerbación de su sensibilidad; estado en el cual lo carnal y lo material vuelven a formar un solo ser con lo espiritual y lo ideal. Ya no es como en el estadío ético en el cual se perpetúa una idea del cuerpo sobre la materialidad del mismo; Materia e Idea se disuelven en una síntesis última.
Juan es un histérico; es un sujeto de deseo que intenta de llenar su vacío existencial con un objeto de deseo que se le escapa constantemente. Este es su gran dilema: Desea terrible y dolorosamente lo que no puede tener; constantemente se encuentra en la corniza entre el deseo y la satisfacción del mismoSi no tiene un objeto de deseo se desvanece. Pero al cumplir su deseo, siente insatisfacción: El deseo satisfecho implica el desvanecimiento mismo de la existencia del histérico. Su única satisfacción posible es la insatisfacción eterna; El ser toda la vida sujeto de deseo lo angustia, lo perturba, y finalmente lo lleva a la desesperación.
Ahora parece oportuno hablar de la “víctima” que nuestro galán elije para su empresa de seducción: Cordelia, una joven de 16 años, capullo apenas abierto a los aromas de la vida. Y digo “víctima” por que así concibe Juan al amor: Para él, el amor es una guerra en la cual uno de los dos contrincantes, el amante y el amado, saldrá vencedor. El amor es dialéctico, es decir, es legalmente (en sus leyes internas) contradictorio. Una vez que Cordelia caiga en la trampa del amor, no podrá decidir sobre el devenir de su propia alma, y, por ende, de su propio cuerpo. En eso consiste el pathos amoroso: El amor se padece; es pasivo, no activo. Uno no elije estar enamorado. Es por eso que el amor es peligroso: Por la sensación de vacío que genera cuando no está el otro. El enamorado necesita constantemente de la actualización del otro.
Juan no le facilitará el camino a Cordelia hasta su corazón: La alejará con palabras y la inflamará con cartas, la elevará hasta la cima del éxtasis orgásmico para luego rebajarla a la frigidez de la vida profana, se posternará ante ella como a una Diosa para luego insultarla convirtiéndola en la más miserable de las mujeres. De este modo, logrará encender el alma de su amada hasta un punto en el que logré la maduración plena de las fuerzas vitales y dionisíacas que anidan en ella. Y el matrimonio, institución burguesa creada fundamentalmente para la reproducción del Modo de Producción capitalista, es su principal obstáculo en su cometido: Sabe que “ponerse de novio” implica la destrucción de su vínculo con Cordelia; supone el pasaje del “estadío estético”, en donde todo es amorfo, incorpóreo, caótico, fueguino, intenso, anárquico e instintivo, al “estadío ético”, donde todo es lumínico, corpóreo, ordenado, preciso, organizado, frío y racionalizado. Juan, al asumir su compromiso con Cordelia, debería dejar de vivir su vida poéticamente para vivirla éticamente.
Este testimonio del amor eterno reflejado en el diario de Juan, es un gran tratado de la insatisfacción. Al leerlo, me sentí muy identificado con el mismo. Yo soy consciente del vacío espiritual que tengo. Nací y crecí en una cultura cuya moral te obliga a llenar constantemente el pozo existencial en el que uno nace; La televisión, el entretenimiento, la religión, las carreras universitarias, la caridad, la competencia, el mercado, los chocolates, la tecnologíaTodos grandes artilugios que combaten contra lo permanente, que intentan de llenar un vacío inabarcable.
Yo soy sujeto de deseo; tengo objetos de deseo, pero en la consecución de los mismos, se desvanece mi deseo. La satisfacción del deseo son invenciones autoproclamadas; me siento en un eterno desfasaje entre lo que deseo y la satisfacción del mismo. Mi cuerpo es una máquina de frustración eterna; a medida que pasan los días y se entierran cada vez más mis anhelos, esta máquina se vuelve cada vez más obsoleta.
El otro día conocí a un hombre, y se desplegó en mi interior la dialéctica del deseo. Para aislarnos de los dedos índices públicos de las condenas morales, fuimos a mi departamento para poder llevar acabo la danza del pecado. Nos acurrucamos en la cama, nos sacamos nuestras casacas militares y nos entregamos a la vorágine de la pasión erótica. Y acabé; pero no solo mi cuerpo acabó, desfilando sobre el músculo erecto las nieves eternas, sino que también acabó mi deseo. Y acá encuentro mi gran paradoja: La idea del deseo fracasa cuando se choca con la imposibilidad de su realización en la realidad material. Nunca voy a poder formar una unidad con el ser que amo; es más, nunca voy a poder ser una unidad conmigo mismo; la deontología ha escindido mi espíritu y mi cuerpoHa hecho dos donde ante solo había uno; el andrógeno. Soy dos en uno.
El deseo último de todo ser humano es la muerte; corremos hacia ella con los abrazos abiertos desde que nacemos. Al igual que el erotismo, que irrumpe violentamente en nuestra vida cotidiana y que debe ser oculto en los prostíbulos, la muerte ha sido silenciada y callada por las sociedades con distintos rituales para canalizar lo inexplicable. La muerte extermina la dialéctica del deseo; es la síntesis superadora entre el deseo y su satisfacción. El deseo de la muerte es la muerte del deseo. Es la muerte del cuerpo de los estigmas morales; y el nacimiento del alma corporizada. Cuerpo materia, cuerpo inmoral, cuerpo insatisfecho, cuerpo deseado, cuerpo muerto.

lunes, 16 de agosto de 2010

De la belleza



Mis inigualables segundos se funden en un aura desconocido, desaparecen en un estereotipo de “nada”, que mis ojos jamás podrán ver, ni mis palabras podrán describir... esa nada, donde hay nada, hay mucho, o no hay nada, la nada que solo existe en mi imaginación ... y mi nada, se disipa, cada vez que te pienso, en cada lágrima que me provocas... Oh! dichosa belleza!
Si es que se te puede tutear, mi voluntad instantánea arroja una conciente y diminuta apología.
Coexistís eternamente tan dichosa y renombrada, que mis sentidos no pueden adquirir una dimensión concreta de tu espíritu, sublime e inmaculada, que te escondes en cada palpitar, en cada expiración que convierto en aire para volver a inspirar...
Sos un niño corriendo, agitado, sonriendo transpirado. Sos un gesto, una expresión, una fotografía. Sos los movimientos de los cuerpos en el espacio, desplazándose y habitándolo. Sos cada ser y su mundo, cada piel, las manos, las palabras, las voces.
Sos cada sonido, cada nota musical, cada escenario, cada página, cada textura, cada color, cada forma. La luz más tenue o la más cegadora. Sos un imponente tren marchando sobre las estrepitosas vías... la vorágine de la ciudad, loca y desalmada, habitada... La naturaleza, el mar, las constelaciones, las montañas! y sus energías que nos abrazan trasformándonos en un espíritu brillante y completo, que danza junto al compás de los aires que nos atraviesan y pulverizan nuestra alma en una muerte eterna y placentera.
Sos descubrir los enigmas de los mundos que nos rodean, esos enigmas que sin ellos seríamos simples energías que no pugnan por objetivo alguno. Y nos transformamos en afortunados arqueólogos de los momentos, de seres únicos, de miradas, de sonidos, de colores. Todo aquello que podemos describir, o todo aquello que simplemente nunca podremos dimensionar, nos abraza con una fuerza inquebrantable, nos alivia un poco de vacío, nos dice que no debemos temer.
Es que sos, empírica belleza, tan subjetiva, en exiguos o enormes contenidos... en todo, en todos lados... solo hay que agudizar un poco la vista para darnos cuenta que estás ahí, latente...
Nosotros partiremos pero seguirás perpetuando eternamente, como un gigante abalanzándose sobre cada pequeña partícula, cada átomo que compone al mundo, al inefable universo, a nuestros cuerpos.
A veces te contemplo y sos demasiada, mis sentidos no conocen perturbación alguna, en la grandilocuencia de los segundos, en la pequeñez de la inmensidad, y mis ojos se nutren de solemnidad, mi pecho se abre para que transites libremente la electricidad de mi cuerpo, mis extremidades, mi alma y me ayudes a continuar.
Es que realmente lo sos!... será que no hay palabras que te definan, porque sos más que belleza, mas que inmensidad, mas que felicidad, mas que la propia vida... ¿o será que no sos soberana de estas humildes líneas meramente descriptivas?...intento utilizar un poco de tu verdad para describirte, pero probablemente, no haya podido abarcar ni una diminuta porción de vos.