miércoles, 12 de mayo de 2010

Capitulo 16


Se acercan los ojos, se bifurcan en el aire, se pierden las órbitas de las córneas superpuestas. Se reflejan las imágenes del otro, el otro y la imagen de él mismo, la imagen de uno reflejada en las pupilas de otro.
Se agradan las vibraciones del pecho, se respira con sublime dificultad, se buscan otra vez, cansados, transpirados. Se acercan los ojos, se vuelven a bifurcar.

Descanso...

El sudor se enfría...

Comienza la carrera otra vez, dejando atrás el pasar somnoliento. El deposita la yema de sus dedos en los labios.
Sus bocas se contraen, sienten electricidad en el cuerpo tras ese contacto tan inesperado. El calor los consume, pero no los abruma, no los sofoca.
No los interrumpe la cruz, ni el azul de la luz giratoria. No los interrumpen los pasos rutinarios de la plaza. Caen hasta desmoronarse, entregados, en el lecho de la calma.
Ya reconocen sus olores, construyen sus colores, se miman el aura.
Vuelven a la caricia, el tocar de la piel, el sistema de sonidos, murmullos, ellos.
El viento se pierde entre sus cuellos, lo consume el sutil sonido de los besos. El viento se mezcla con los labios que buscan la piel. El viento se funde entre sus lenguas y su amor.
Los dedos se le entrecruzan entre sus pieles, sus dedos, las líneas de sus manos. Su piel se hunde en el furor de las pulsaciones.
Hay pasiones, muchas, infinitas, tantas como sean posible en ese sueño luminoso.
Juegan, ríen, viven, sienten y vuelven a jugar, siempre.

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