domingo, 24 de abril de 2011

Invaluable, inefable, invernal.


"Gricel se viste primavera,
contrastando con su yo".


Difícilmente se pueda describir hoy como están nuestras vidas, solo cabe nombrar un poco de la inerte y protectora superficie.
El dilema hecho carne, comprende un daño irreparable, fluye en la sangre de cada hora. Es como esos árboles que contemplamos en otoño e imaginamos su inabarcable rutina hundida en su oceánica quietud. Imaginamos cuantas hojas se han desprendido de el, cuantas nuevas han vuelto a crecer... como y porqué llegó ahí.
¿Como y porqué estamos acá? ¿Porque acostumbrarnos a la soledad perpetua de cada individuo?.
Seres vivos, ese número científico que somos. Utilizamos nuestro instinto de supervivencia. Nos comportamos de acuerdo a la manera que tenemos de combatir nuestro escalofriante vacío existencial. Nuestra soledad acompañada por algunas cicatrizantes sombras tan solas y nómades como el viento.
Lo externo a nuestra piel es paisaje que acompaña nuestra vida, tan transitorio y libre como nosotros mismos. Nosotros mismos somos nuestra soledad, encadenada a los surcos de nuestros labios,y a las esquirlas del alma.
Es la atmósfera de otoño que me hace reflexionar. Es la cercanía al natalicio. Este diamante agrietado. Estas lágrimas simbólicas. Este tránsito como la lluvia por el cordón de una vereda.
Difícilmente te pueda describir hoy como está mi vida, es que mi introspección inconsistente es invaluable. Es que mis latidos son inefables. Y mi mueca solitaria, invernal.

1 comentario: